Continuamos con el mantenimiento programado para nuestro edificio. Creando un plan, un camino para mejorar el aspecto y la durabilidad del edificio. Para crear más valor para la propiedad.
Si te faltó leer el anterior, puedes verlo en https://anhec.com.uy/mantenimiento-programado-como-aplicarlo-en-mi-edificio/
La palabra fachada proviene del italiano ‘facciata’. Se define como el paramento exterior o conjunto de caras exteriores de un edificio o vivienda. Con frecuencia, el término se emplea para hacer referencia únicamente a la fachada delantera o principal.
Es la pieza clave del edificio, porque sin dudas nos da la primera impresión. Buena parte de nuestra decisión de comprar o no se toma en la fachada.
Mantener la fachada en buen estado no sólo permite la conservación del valor de la propiedad, es esencial para evitar problemas a los transeúntes y a la calle. ¡Cuántas veces tuvimos que pasar cerca de un vallado para evitar desprendimientos hacia la calle!
Claro que hay otros elementos a tener en cuenta en las fachadas: balcones, cerramientos, persianas, puertas, etc. Pero en este artículo trataremos de concentrarnos en las paredes, para empezar a considerar las mejoras necesarias.
Un punto importante para definir qué hacer, es ver cómo está construida la fachada. ¿Está revestida?, ¿tiene pintura?, ¿tiene ladrillos?, ¿tiene placas de mármol o cerámica?
Todo esto es muy importante a la hora de determinar qué tratamiento vamos a darle.
Por ejemplo, cuando tenemos placas de cerámica o mármol, es importante asegurarse de que las mismas se mantienen firmes y que no se corre riesgo de desprendimientos que podrían dañar personas o propiedades.
Lo más habitual es encontrar piezas mal adheridas o sueltas, además de anclajes oxidados con o sin pérdida de sección. El problema en este caso es que normalmente no se puede comprobar sin una revisión en profundidad, que incluye que operarios especializados suban a la fachada con andamios o silletas.
En esta foto vemos el proceso de afirmación de cada una de las placas de revestimiento de este edificio. Frente a los reiterados desprendimientos, se afirmaron con tornillos. Cada tornillo a su vez se debió proteger con productos químicos especiales que impiden filtraciones.
Para las fachadas revestidas en ladrillo, por ejemplo, también es importante tratar los desprendimientos. Al igual que las piezas de cerámica o mármol, los ladrillos tienden a desgastarse y desprenderse con el paso del tiempo. Las sucesivas capas de suciedad empiezan a cambiar la composición y lo vuelven más poroso. Esto ocasiona que se descame y disgregue, pudiendo llegar a la pérdida total de la pieza.
En estos casos, el mantenimiento es un poco más complejo porque las nuevas piezas agregadas no siempre tiene la misma coloración. Es importante asesorarse con un especialista para ver hasta qué punto puede repararse el daño de manera parcial.
En fachadas revocadas suelen verse los daños provocados por el deterioro de la pintura, englobamientos, manchas de humedad e incluso óxido y desprendimientos.
Muchas veces las varillas de hierro comienzan a oxidarse y, al aumentar de tamaño, desprenden secciones enteras de revoque. Este fenómeno se conoce como Carbonatación.
En resumidas cuentas, el hormigón se vuelve poroso y permite el pasaje de elementos agresivos hasta las armaduras de metal en su interior. Por el óxido las varillas de metal tienden a aumentar su volumen, lo que genera tensiones internas en el hormigón que se traducen en forma de fisuras y grietas. El ciclo se auto-alimenta, porque cuanto más fisuras, más oxidación del metal y así sucesivamente.
En estos casos, es importante consultar a un especialista para determinar si el daño al hierro puede repararse o es necesario tomar otras medidas de protección para los desprendimientos.
En los esfuerzos para reparar la fachada, es vital que la copropiedad busque consejo de especialistas. Estas obras suelen ser de altos costos y de largo plazo. En ocasiones es pensamos que es más fácil recurrir a las empresas constructoras y guiarnos por su presupuesto.
Sin embargo, corremos el riesgo de no tomar soluciones completas y terminar con un gasto que no sirva completamente a los intereses del edificio.
Una fachada perfecta requiere sin dudas ciertos esfuerzos, pero vale la pena cuando vemos el resultado terminado de un edificio prolijo, cuidado y bien valorizado.